A veces la vida te sonríe desde lejos,
Te mira con la complicidad de un amante,
que desparrama su corazón por dentro,
que fuerza sus comisuras por no sonreír al verte
y te regala una ola de mar llena de amor, llena de tiempo.
La vida, ese capricho de todos los días,
Molécula del todo que regala una y mil mas
estrellas tan brillantes que se vuelven placeres,
placeres que desde el exilio de mi piel,
viajan al centro de mi pecho estremeciendo toda mi alma.
Como el cachorro de casa, que no comprende lo que es el
amor pero lo siente,
y lo brinda sin excusas, sin exclusas a mis hijos a la
vuelta del colegio.
Como esa cómplice
organización entre los tres, para alcanzar el lejano juguete
que será compartido por un momento y olvidado luego, pero por siempre en mi recuerdo.
A veces los placeres vienen de afuera.
de ese afuera que creemos impropio, ajeno, lejano,
inexpugnable.
Pero que a fuerza de amor y de un par de ojos abiertos,
suele ser el paraíso en que nos hallamos inmersos.